RECICLAJES: RAFAEL MONEO |
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Comentario sobre 'The Solitude of Buildings' de Rafael Moneo. por Josep Quetglas Mi comentario al texto que recoge la conferencia de Rafael Moneo es escueto. No consiste más que en una sola palabra: la palabra "conferencia" o, mejor, la palabra "escrito" o "texto", por cuanto no puedo introducir a la conferencia sino al escrito, que es lo único que viene efectivamente a continuación (luego trataré de hacer ver la diferencia entre la conferencia de Rafael Moneo y el texto escrito aquí reproducido). Las instrucciones de lectura son las siguientes: substitúyase, en la siguiente cita de Eliot, la palabra "books" por la palabra "texts". «I always feel that the few books worth introducing are exactly those which it is an impertinence to introduce» O sea: «Siempre he sentido que los pocos libros que vale la pena introducir son esos mismos de los que cualquier introducción es una impertinencia». No hay más que decir. Ya está la introducción hecha. Como añadido, sólo dos advertencias: La primera, confesar mi engreimiento por aceptar hacer la introducción. No lo dudé, cuando Carles y Ton me pidieron unas palabras previas, aunque sabía, desde el primer momento, que hay prólogos que no introducen a cuanto viene detrás, sino que tratan de que algo de lo que viene detrás se le pegue a quien introduce. La segunda, avisar que, como en algunas escenografías de José Sanchís Sinisterra, lo interesante no está pasando en la escena que presenciamos, sino "al lado", en otra parte, para la que no tenemos reservada entrada. Lo que puede leerse a continuación no es la conferencia de Rafael Moneo, sino su misma introducción, su ponerse en situación, sus palabras previas. La conferencia, que sólo puede ser reproducida en la memoria de quienes asistieron a ella, tiene su centro en la presentación de algunos proyectos de Rafael Moneo: justo en la inminencia que anuncia el final del texto que viene a continuación. Es una figura clásica. Quien va de visita lleva consigo, para ofrecer, lo mejor de sí mismo: su trabajo de arquitecto, en este caso. Aquel dia, en Cambdrige, no estuvimos allí. Tampoco estuvimos allí, cuando Le Corbusier explicaba su palacio de los Soviet, cuando Wright explicaba por qué no hacía falta campanario en su iglesia, cuando Brunelleschi explicaba por qué no hacía falta andamiaje en su cúpula, cuando Sagrera explicaba cómo acabar la catedral de Girona. A nuestras culpas se añaden esas ausencias. |