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EMERGENCIES: Eladio Dieste

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ELADIO DIESTE. LA ESTRUCTURA CERAMICA ARMADA
Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca

LA OBRA DE ELADIO DIESTE EN EL CORREDOR DEL HENARES
Carlos Clemente, Juan de Dios de la Hoz arqtos.

LA LIGEREZA EN LA OBRA DE DON ELADIO
Juan Martín Piaggio


















 
ELADIO DIESTE. LA ESTRUCTURA CERAMICA ARMADA*
by Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca

“ La física en general a lo que se refiere es a la MEDIDA de las cosas y la medida de estas no las agota, por eso es necesario el salto del arte, que permite entrar en la ESENCIA de las cosas” (Eladio Dieste)

¿Por qué la obra de este ingeniero uruguayo nacido en 1917 nos cautiva a los arquitectos de final de siglo?
En una primera ojeada responde la sorpresa admirada que provoca la disposición tan singular de un material tan convencional como el ladrillo cerámico: ese efecto de gran livianidad conseguido con las mismas células de las que están hechas las edificaciones pesadas.
Una segunda mirada más reposada conecta con las actuales tendencias favorables al retorno de techos no planos por parte de la vanguardia arquitectónica (Koolhaas, Holl, Ito, Miralles, Zaera,...) que desde Utzon no se ensayaba. Si hoy se habla de la transición del espacio planimétrico al espacio topológico, resulta pertinente analizar las bóvedas gausas de Dieste desde aquel mecanismo llamado pop-up por el que una lámina continua adquiere complejidad dimensional mediante el corte y la separación de sus bordes, como un bolsillo. ¿No cabría hablar aquí también de planta fluctuante?. Subamos a la cubierta del mercado de Porto Alegre y no estaremos tan lejos de la terminal de Yokohama, diseñada por Foreign Office.
Pero lo más profundo de esta atención que nos despierta Dieste sin gritos es su capacidad para golpear nuestra soberbia. ¿Seremos capaces de admitir que un ingeniero de 80 años todavía puede darnos unas cuantas LECCIONES?.

Alguien ya ha comentado lo oportuna que resulta la LECCIÓN DE HUMILDAD que imparte Dieste en estos tiempos de fatuidad y efectos especiales. Su obra consigue resultados espectaculares desde una austeridad franciscana. Y nombrar aquí al Santo de Asís viene perfecto para asociar su discurso: si todo lo creado es bello por igual, si es nuestra impureza la que pervierte nuestros sentidos, induciéndonos a preferir unas cosas sobre otras, entonces debemos escoger las materias de presencia más humilde para liberarnos de la corrupción de nuestros sentidos. Entonces la ELECCIÓN es LECCIÓN, y Dieste elige el humilde ladrillo cerámico, casi ignorado por la técnica moderna:

“ No suele saberse que el ladrillo puede tener resistencias superiores a los mejores hormigones y que no pueden hacerse con hormigón o mortero piezas de liviandad equivalente a las que pueden conseguirse fácilmente con la tierra cocida, por lo que estas últimas permiten construir estructuras de una ligereza imposible de lograr con el hormigón armado.”

Pero, a las ventajas del material debe aliar una técnica, o mejor (por utilizar el término griego, de mayores connotaciones), una techné: el método por el que a una obra bien hecha ni le sobra ni le falta nada. Este proceso de AJUSTE es el que le lleva a ganar todos los concursos a los que se presenta su ingeniería, mientras las tasaciones oficiales de sus obras fijan aproximadamente el doble de lo que realmente les cuesta a sus clientes. Una LECCIÓN DE ECONOMÍA. Y bien radical.*

* Tuve la gran suerte de poder hablar con él y, desde el recuerdo de las naves industriales realizadas por Muncunill o por Jujol, le pregunté porqué no utilizaba nunca pilares metálicos. Respuesta: “Los pilares metálicos son más caros”. Delante de otro ingeniero habría insistido pero, conociendo sus logros, aquello era irrebatible. Aunque añadió: “Sólo en el caso de la estación de servicio Barbieri, la doble ménsula desde un único pilar producía en éste tales esfuerzos torsores que hizo recomendable el acero”.

Esta obsesión por la economía la podemos encontrar en más ingenieros, pero si en Dieste resulta singular es porque su ahorro invierte en EMOCIÓN. No se produce regateo de confortabilidad anímica porque no encuentra diferencia esencial entre lo económico, lo ético y lo estético. La economía que persigue no es sólo la financiera sino aquella que “está de acuerdo con el orden profundo del mundo”. Y, en este orden económico, el trabajo que dignifica al hombre es sagrado. Resulta significativo: con el mismo proceso que construye galpones llega a levantar iglesias; hasta el punto en que podemos retroceder y reconocer en sus naves industriales una cierta atmósfera de templo. Templos del trabajo, como si cargara contra los excesos de la Revolución Industrial:

“ Es admirable el valor humano de la industria y es execrable un barrio de obreros en Manchester; execrable no por pobre, sino porque es visible que allí no se tuvo en cuenta al hombre.”

Hablar hoy del hombre en arquitectura, ¿resulta cursi y anticuado o convenimos que es una LECCIÓN DE ÉTICA?. Ante el “desarrollo subdesarrollado”, ¿cabe una actitud ética?, ¿y moderna?

Al igual que otros maestros latinoamericanos, como Barragán o Salmona, Dieste entiende que el movimiento moderno surgió en países en los que el avance de la tecnología y la industria acompañaba los ritmos de producción arquitectónica, circunstancia que no se daba en el contexto uruguayo. Su lección es la de quien, evitando importar tecnologías no aptas para los recursos de su país, acata las limitaciones SIN INVOCAR LO FOLCLÓRICO: la tradición que le interesa es “siempre fuente de lo que es revolucionario”.

Provoca nuestro asombro sin sofisticados exhibicionismos tecnológicos, como en aquellos afinados puentes en arco de Fritz Leonhardt que consiguen récords de relación luz/flecha sin aparente esfuerzo. De la misma manera, la elegancia en la obra de Dieste procede de la familiaridad cromática y de la forma que han de adoptar unas láminas muy delgadas (de 6 a 12 cm.) para optimizar su capacidad resistente.

Se ha querido ver en las láminas de cerámica armada una evolución de las bóvedas tabicadas o “a la catalana”, sobre todo desde el contacto de Dieste con Antonio Bonet, para quien calculó sus primeras bóvedas en la casa Berlingieri de Punta Ballena (Uruguay, 1947). Y, desde luego, resultan suculentas las coincidencias formales en la utilización de geometrías laminares catenarias con material cerámico. Pero su base estructural es muy diferente y Dieste no conoció la obra de Gaudí hasta mucho más tarde de su colaboración con Bonet. En realidad, las láminas de cerámica estructural son descendientes de las láminas de hormigón armado que Dieste conocía bien, puesto que estuvo diseñándolas en la empresa constructora Cristiani y Nielsen desde 1945 a 1948. Lo que resulta curioso es que Eduardo Torroja defendiera las láminas de hormigón como la evolución natural de las bóvedas tabicadas mientras Dieste recuperaba la cerámica para superar las láminas de hormigón.

Respecto de las bóvedas tabicadas, basadas en la traba cohesiva con mortero de varias capas de ladrillo cerámico de pequeño espesor, las láminas de Dieste arrancan desde otro concepto: la geometría autoportante, la contribución del armado y el postesado, consiguen luces mucho mayores (hasta 50 metros) y superan el rescoldo artesanal.

Respecto de sus antecesoras, las láminas de hormigón, Dieste rompe desde el primer momento la inercia por la cual las primeras estructuras de cerámica armada copiaban a las de hormigón (como, en su momento, las de hormigón copiaban erróneamente a las de acero) y establece los cambios precisos que requiere y posibilita la cerámica para optimizar la sustitución. Cuando actualmente resulta más fácil dejarse arrastrar por recetas preestablecidas y soluciones de catálogo acomodaticias, esta actitud supone toda una LECCIÓN DE AUDACIA:

Si la cerámica armada fragua mucho más rápidamente que el hormigón por el efecto del “tirado” de los ladrillos (su rápida absorción de la humedad del mortero), Dieste lo aprovecha introduciendo los encofrados móviles para sucesivas operaciones de cimbrado y descimbrado.

“ ...se logra una velocidad de construcción equivalente a la prefabricación pesada, necesitándose un equipo mucho menor y con un consumo no mayor de mano de obra. (...) Hemos desencofrado bóvedas de 50 metros de luz a las 14 horas de haber sido terminadas y, diseñándolas bien, resisten, aún en el momento del desencofrado, flexiones equivalentes a las que produciría un viento transversal de 200 km/h.”

Si, en el diseño de láminas, las geometrías escogidas hasta entonces provenían de las recetas conocidas desde la teoría laminar clásica, que catalogaban superficies de directriz circular, elíptica o cicloidal con tímpanos en sus extremos, Dieste, sin embargo, se sirve de un cálculo semiempírico para ensayar geometrías laminares sin tímpanos y de directriz catenaria.*

*Elegir entre las opciones que se sabían calcular era una actitud deshonesta y extraordinariamente pobre. Dieste rompió con este esquema y empezó a diseñar láminas de formas más osadas, buscando la configuración óptima. Para ello se apartó de la teoría laminar clásica que, de una forma forzada, buscaba soluciones matemáticas elegantes pero excesivamente simplificadoras, y utilizó procedimientos semiempíricos que partían de hipótesis más realistas y que, a pesar de su aspecto menos “científico”, proporcionaban resultados más acordes con la realidad. A diferencia de las teorías clásicas, no se precisaban grandes conocimientos matemáticos sino una importante comprensión del comportamiento estructural. Siguiendo esta dirección, Dieste abandonó el uso de tímpanos y dejó de proyectar sólo superficies regladas para empezar a utilizar láminas de doble curvatura. Insistió en el uso de directrices catenarias para lograr comportamientos tipo membrana, que permiten reducir el espesor de la lámina sin más límites que los constructivos y el riesgo de inestabilidad elástica (pandeo).

La nueva estructura cerámica armada debía proceder con mayor libertad, y la INTUICIÓN fue su guía:

” Como suele suceder, el proceso por el que se llegó a percibir las grandes ventajas de un material, que entre nosotros era usado sólo como relleno, no fue lúcidamente racional; se veía mucho más de lo que se tenía claro conscientemente. Poco a poco fuimos precisando lo intuido hasta llegar al pleno dominio de las técnicas que hoy usamos, proceso que supuso no sólo imaginarlas, sino pensar y construir los equipos que las volvieran económicamente viables y desarrollar los métodos de cálculo, que nacían de lo imaginado, pero que se apartaban, en general, de los caminos que seguían las teorías en uso, que eran las que nos habían enseñado.”;

De nuevo encontramos ese ascetismo que prefiere el camino más difícil, el que abandona la comodidad de aprovechar las formas ya descubiertas, para aventurarse, desde el ingenio y la curiosidad, por sendas de mayor libertad y mejores respuestas a su entorno socio-económico.

Por ese camino y de la misma manera, se entiende su crítica al predominio tecnológico y teórico de las geometrías planas, más fáciles de expresar gráficamente y de analizar estructuralmente, pero que resultan de una reducción empobrecedora cuando parten desde la pereza intelectual (“Las formas más ricas son rebeldes al análisis simple“), o cuando parten desde una escasa formación o una limitada aptitud para imaginar (“Para algunos ingenieros concebir algo es equivalente a saber calcularlo”). Entonces, se reduce la arquitectura a esquemas planos para ajustarse a las posibilidades de un cálculo estructural simplista.

Elegir la libertad a la comodidad requiere, además, otro compromiso:

Estas formas ricas y complejas no pueden hacerse rutinariamente; exigen amor a la obra y gusto por el detalle, (...) esto no es posible sin una mayor entrega personal del que dirige. Por esto, algunos contratistas se resisten a estas soluciones diciendo que son caras; no lo son, pero les obliga a actuar más como deberían hacerlo, como constructores, y no sólo como empresarios”.

¿Encontramos difíciles estas lecciones?, ¿somos capaces de transferirlas a nuestro contexto?

Dieste, divertido, relata la anécdota de un ingeniero alemán impresionado por su obra. Este ingeniero explicaba a sus colegas las maravillas que se podían construir con cerámica armada mediante encofrados !!de caña de bambú!!. Dieste tuvo que aclararle que en Uruguay no crece el bambú, pero le sirvió en bandeja la demostración de que son los prejuicios vanidosos de los países ricos los que toman cualquier aportación de países no tan desarrollados como primaria, exótica y, por tanto, poco adaptable a situaciones más “sofisticadas”.

Sus soluciones también son válidas en el mundo desarrollado o con pretensiones de serlo. Y el mejor ejemplo de estas posibilidades fuera de Latinoamérica lo podemos ver en la provincia de Madrid (Alcalá de Henares, Torrejón de Ardoz, Mejorada del Campo), donde los arquitectos Carlos Clemente y Juan de Dios de la Hoz han colaborado con Dieste en varios proyectos construidos con estructura cerámica armada, demostrando, desde un decidido empuje y un gran entusiasmo, su viabilidad y competitividad económica en terrenos europeos.

Sumándonos a la ilusión compartida por clientes, arquitectos, constructores y fabricantes de ladrillos cerámicos, podemos continuar, para cada particular situación técnica y económica, las posibilidades que Dieste ha empezado a mostrar. Son enormes y abiertas, siempre que apostemos de una manera comprometida por la calidad. Siempre que, como decía Ruskin, nuestro trabajo no dé la sensación de valer dinero.

Vicente Sarrablo, Francisco L. Almansa, Pere Roca



LA OBRA DE ELADIO DIESTE EN EL CORREDOR DEL HENARES
by Carlos Clemente, Juan de Dios de la Hoz arqtos

"... un ingeniero que encontró con que al construir grandes galpones, estaba haciendo arquitectura aunque no me lo propusiera; que tenía, además, consciencia de la forma y de que esta no me huia, me hablaba y al hablarme me ayudaba a resolver problemas estrictamente estructurales."
Eladio Dieste.


La arquitectura de Eladio Dieste comenzó a partir de 1990 a ser conocida en España y, sobre todo, sus modelos matemáticos y estructurales en Alemania (donde estuvo en esas fechas en varias ocasiones invitado en Cursos y Simposiums). Invitado a Alcalá de Henares en 1993 a la participación en la V Conferencia "La ciudad del Saber" y a la dirección de uno de los talleres de la exposición, concretamente el organizado en torno a los proyectos de intervención en el Castillo de Molina de Aragón, rápidamente se involucró en el enorme reto de la dotación de gran cantidad de lugares de culto, en zonas de rápido crecimiento y con auténtica escasez de medios económicos. El taller de intervención en el Castillo de Molina y las propuestas debatidas en el mismo para una utilización del material cerámico con extrema sencillez, racionalidad técnica y constructiva y sobre todo económica permitió el conocimiento de las premisas básicas de su arquitectura y sobre todo sus profundas creencias e incluso las razones morales que siempre esgrime defendiendo el material, sus posibilidades e incluso su alma. "...Para que la arquitectura sea de veras construida, los materiales no deben usarse sin un profundo respeto a su esencia, y consiguientemente a sus posibilidades..." El uso del ladrillo permitía, además, la recuperación de un sistema constructivo, e incluso de una tipología de edificios que se había mantenido en el entorno alcarreño, de clara influencia Toledana, durante siglos. Por otra parte, incluso los propios conceptos o creencias religiosas coincidían en el fin último "...Creo que lograríamos un amplio acuerdo si pusiéramos como fin compartible la plenitud y felicidad del hombre... No me importa el poder, me importa el hombre..."

A raíz de lo anterior, comenzamos las primeras colaboraciones con Eladio Dieste y las mismas se produjeron, como es lógico, en pequeñas intervenciones, casi puntuales, en las obras que en aquellos momentos estaban en marcha y que permitió también el primer acercamiento a los métodos de diseño, los sistemas constructivos e incluso a los primeros cálculos de estructuras laminadas. A pesar de que se trataba de obras comenzadas, con criterios totalmente distintos a los esgrimidos por Dieste en su obra y en sus escritos, le propusimos la inclusión de pequeñas estructuras en algunos de los edificios y de aquellas primeras colaboraciones surgieron, la pequeña bóveda de arco de circulo del edificio Nebrija de Metropolitana Complutense en Alcalá de Henares y sobre todo el muro calado y la torre de comunicación vertical de la Planta de química fina en el Campus de la Universidad de Alcalá de Henares. Estas experiencias permitieron comprobar no solo el interés de estas formas, su luz, sino también la realidad económica de las mismas; la sencillez de cálculo y de construcción que se hizo patente incluso por la presencia del propio Eladio Dieste en las mismas para indicar el proceso y la técnica de montaje de encofrados, redondos, ladrillos etc...

El segundo viaje de Dieste a España para diseñar las pérgolas y conos del Camino de los Estudiantes de su Campus afianzó la convicción nuestra de que podía ser una oportunidad tendente a la construcción de nuevos Templos en la Diócesis de Alcalá de Henares. La posibilidad se afianzó con el viaje realizado con otros grandes arquitectos de prestigio internacional como Rogelio Salmona y Giorgo Lombardi en los viajes por diversas ciudades españolas visitando algunos edificios como la Alhambra o la mezquita de Córdoba. Sus criterios eran de racionalidad económica de medios, de interés técnico y fundacional. Cuando le planteábamos a Dieste esta posibilidad de realizar obras en España, respondió enseguida ofreciendo, no solo su bagaje técnico y cultural, sino los planos, cálculos de sus propias obras y experiencia en los logros obtenidos, como base de partida a dar una solución original, innovadora, que mejorara y aportara a la situación actual.

En el año 94 realizamos, junto a un grupo de empresarios españoles de la construcción, interesados también en la obra de Dieste y en sus procedimientos constructivos, un viaje a Uruguay durante diez días para poder visitar las obras construidas (incidiendo sobre todo en las dos Iglesias de Atlántida y Durazno y en la inacabada de Malvín), pero sobre todo para poder ver, sobre el terreno, cuáles eran los rendimientos obtenidos en las obras en ejecución en aquellos momentos. Todos los que realizamos aquel viaje éramos profesionales de la Arquitectura y, todos pudimos comprobar, los valores estéticos, en algunos casos de auténtica emoción que se producían al visitar las Iglesias, los enormes rendimientos que se obtenían y la facilidad de los sistemas, de los medios auxiliares y del control de la ejecución de las obras. Su funcionalidad, perfecto mantenimiento y buen funcionamiento litúrgico. Diariamente se encofraba, se montaban todas las piezas cerámicas, se rellenaban las juntas, se introducían las varillas en las juntas en ambas direcciones, se extendía el mallazo, se vertía y allanaba la capa de compresión y se ponía en carga el tirante horizontal de una bóveda de 50 m2 de superficie. Al día siguiente se desencofraba a primera hora y se bajaba mediante unos sencillos gatos; se corría el encofrado (que naturalmente servía para todas las puestas de las bóvedas de la obra) sobre unos carriles, dejándolo de nuevo preparado para repetir el proceso y realizar una nueva bóveda a partir de las esperas de la del día anterior. Para toda esta operación eran necesarios 4 albañiles colocando ladrillos y tres peones sirviéndoles material, más el gruista y el encargado. Además de la sencillez y de la facilidad del trabajo seriado, en España creíamos, como después se demostraría, que podríamos aumentar estos rendimientos; los medios auxiliares y elementos de apoyo a los trabajos (gatos, compresores, grúas, etc...) son más industrializados; de más rápido y fácil manejo. Eran estas técnicas, según nos explicó Dieste en aquellos días en Montevideo y Punta del Este, esfuerzos que él dedicaba, no sólo a construir edificios, sino a procurar además, profundizar en el arte, en la ciencia, en el sentido del hogar que existe en las tierras, en los campos y en los hombres que lo habitan.

La rudeza de este tipo de edificios constituye el fundamento de las cosas. Las construcciones en ladrillo con la técnica de la cerámica armada revela, a las claras, su procedencia y muestra sin artificios su significación como hecho proyectual, constructivo. En lo referente al espacio religioso, se percibe en las iglesias de Atlántida y Durazno, un atractivo espacio construido cuyos protagonistas son los usuarios. Sin duda esta fue una experiencia percibida en este viaje, que incluso fue más allá. Fuimos testigos de cómo uno de los constructores que nos acompañaba se acercó discretamente a Eladio Dieste cuando visitábamos la Iglesia de Atlántida diciéndole que él construiría en España estos edificios pues le habían emocionado y admirado tanto que estaba dispuesto a realizarlos por el mero hecho de servirle de homenaje aunque no hubiera compensación económica.

Era evidente que la experiencia acumulada tras el viaje a Uruguay había inclinado la balanza para proyectar con sus técnicas en España. Pero aún así, afrontar el reto de la construcción de los primeros edificios en Europa de Eladio Dieste con la técnica de la cerámica armada debía apoyarse en la experiencia sólida de trabajar de la mano directa de Dieste con más de un millón de metros cuadrados construidos en el continente americano. Fue por esta razón, animada además por su propia voluntad de entregarnos los planos de su antigua Iglesia de Atlántida para estudiar su sistema constructivo “recuperándolo” en España. La “rehabilitación” de Durazno ecléctico, que en realidad es un interior fue también objeto para su estudio. El conocimiento que de los edificios teníamos, como obras terminadas que conocíamos y habíamos observado hasta en su más mínimos detalles, nos permitiera su construcción, aprehendiendo las técnicas, pudiendo comparar con lo existente y solucionando mediante las fotografías y la experiencia de la visita, aquellas dificultades que se podían plantear en la obra. Estas dos Iglesias, Durazno y Atlántida en Uruguay, fueron la base para desarrollar el sistema, con otros problemas en Mejorada del Campo y Torrejón de Ardoz de España. De hecho, nos han permitido ir sobre seguro en el conocimiento de las técnicas, los problemas, la construcción, los rendimientos, la economía, etc... de las mismas. A partir de este punto de partida se ha recorrido aún un largo camino, ya que tras estos dos modelos o maquetas a escala 1/1, iniciamos, a partir de los bocetos de la no realizada iglesia de Dieste en Malvín, un proyecto para la Iglesia de San Juan de Avila en Alcalá de Henares, que recogía parte de los criterios iniciados por Dieste en Uruguay, pero con un proyecto nuevo que le sometimos y en el que desde el primer momento puso - y nosotros con él- todo su empeño en estrecha colaboración para su redacción. El último eslabón, de momento, es la próxima construcción de dos nuevas parroquias proyectadas enteramente por nosotros desde España, aún con estas técnicas constructivas y los mismos criterios de economía, racionalidad, unidad espacial construtiva, etc. Estas dos iglesias (Santa Cruz en Coslada y Nuestra Señora de Belén en Alcalá de Henares) suponen una etapa más en estos cinco años de relación con Dieste en los que su contribución - sobre todo técnica, con los criterios compositivos discutidos frecuentemente- ya no es el de proporcionar unos modelos (que indudablemente han servido, y así se plantearon, para hacer viable la construcción), sino el de proyectar bajo los criterios tanto técnico-constructivos, economía, sencillez y tensión de los esfuerzos que las harán posibles. (..."La audacia producía en las gentes no desconfianza, ni solo sorpresa, sino felicidad; distinguían muy bien la diferencia entre lo que es importante por el tamaño o por el coste, de aquello que nos toca en lo más hondo porque nos expresa el esfuerzo que lo produjo. No les satisface que una dificultad se resuelva a base de dinero, sino más bien que se salve con facilidad, con la dulzura que adquieren las manos más rudas cuando acarician la cabeza de un niño" Eladio Dieste. Montevideo 1.973)

Antes de considerar los aspectos más técnicos y proyectuales de los edificios, recordar el sentimiento transcendente que anima a Dieste en sus obras, su enorme cultura literaria, científica y técnica, aspectos estos que sustentan sin duda, sus argumentos, sus escritos y, por supuesto, su obra construida, merecedora de un amplísimo reconocimiento. Son innegables valores estéticos, técnicos, económicos, etc. de sus obras tienen unos ingentes fundamentos matemático-estructurales, pero sobre todo poseen la certeza de la convicción moral de que la belleza habita siempre en la sencillez y la verdad.

Si revisamos las décadas del siglo, deteniéndonos en el terreno de los edificios religiosos, se han dado a hermosísimos ejemplos basados en la mayoría de los casos en criterios como el anterior. En España, iglesias como la nueva Basílica de Aránzazu de F.J. Saenz de Oiza, la iglesia de Pont de Suert de E. Torroja y Rodríguez Mijares, la iglesia de los Dominicos de Arcas Reales en Valladolid de M. Fisac, la capilla del Colegio Aquinas en Madrid de J. García de Paredes y R. de la Hoz, la de Villalba en Ciudad Real de José Luis Fernández del Amo o la capilla de la Fundación Gironella - Mundet en Barcelona de M. Baldrich son referentes de un tipo de arquitectura que sin duda ha pesado en las últimas generaciones de arquitectos y cuyas influencias se han recogido en otros edificios. Sin duda, en nuestros criterios, y de Dieste a la hora del proyecto de San Juan de Avila. Otros referentes que, pensamos, deben tenerse presentes en la arquitectura de estos edificios y que, posiblemente, influyeran también en la obra de Dieste (como ejemplo indicar que Atlántida se empezó en 1.954; Durazno en 1.968, mientras que Le Corbusier realiza Ronchamp en 1.955). Las experiencias centroeuropeas de O. Wagner (Am Steinhof en Viena 1.907), Auguste Perret (Nuestra Señora en Raincy. 1.918), Karl Moser (San Antonio en Basilea. 1.927) y sobre todo -debido muy posiblemente a los enormes destrozos de la guerra y por tanto a la necesidad de construcción de nuevos edificios- los alemanes Rudolp Schwarz, Emil Steffann, O. Bartning y D. Bóhm. Entre los cuatro construyeron o restauraron más de doscientas iglesias. Los ejemplos de Santa María Reina en Saarbrücken o Santa Teresa del Niño Jesús en Austria de R. Schwarz, San Lorenzo en Colonia de Emil Steffann, San Engelberto en Colonia o San Wolfgang en Regesburg de D. Böhm y San Gustavo en Berlin de O. Bartning merecen, sin duda, figurar entre las más grandes obras de la arquitectura religiosa de este siglo. En la mayor parte de los ejemplos citados, la renovación y la técnica moderna conviven con la liturgia, con el afán de construir con lógica y sinceridad sobre la base de los nuevos materiales. Sus valores estarán, al igual que en la obra de Dieste, en el orden, la sencillez, la proporción, la técnica y la luz. En estos años en los que Dieste construye en el Balneario su Iglesia de Atlántida, en España se están forjando obras de un elevado carácter cultural y comienzan a aparecer las primeras experiencias en torno al arte sacro y la enorme figura del P. Aguilar que aglutinará en torno a él y en torno a la orden Dominica (no solo en España, sino que también en Francia son los Dominicos por ejemplo en La Tourette) las mayores y mejores obras de la arquitectura de estos años y quizá incluso hasta nuestros días. Los ya citados Aránzazu, Aquinas, más las nuevas experiencias posteriores de Alcobendas de Fisac, el Rosario de Laorga en Madrid, Nuestra Sra de los Angeles en Vitoria de García de Paredes y Carvajal y toda la obra de otro P. Dominico Francisco Coello de Portugal y de Luis Fernández del Amo para sus Iglesias de "colonos" van a ser en general obras -sobre todo las de Laorga y Fernández del Amo- sencillas, limitadas por la economía, expresivas, sobrias, con gran sentido del juego de la luz y los volúmenes.

Parte de estas experiencias son plenamente conocidas en Hispanoamérica por Dieste (que tenía gran relación con el arquitecto catalán Bonet; criado en un ambiente cultural muy próximo a los movimientos artísticos, literarios, humanistas y plásticos de algunos destacados pintores. Torres García y Bergamín, fueron dos de las personas que más influyeron en él, dándole gran parte de la formación plástica que no se recibe en la facultad de ingeniería). Tuvo sin duda un rico intercambio con estos amigos, pero siempre desde los planteamientos defendidos a lo largo de toda su vida de concebir de forma unívoca proyecto y construcción, de desarrollo de técnicas y tecnologías capaces de arraigar y desarrollar el territorio en el que se asientan. La economía de la obra (él la define en varias ocasiones como la " economía cósmica" que no solo es dineraria sino fundada en razones morales), de amor por la construcción y por el detalle lo que le lleva en todos las casos a esa ligazón íntima con el obrero y con la materia constructiva. Probablemente, las experiencias alemanas o españolas calaron hondamente en Dieste; trasladaron a su obra parte de la práctica constructiva, sinceridad, huida del efecto pura y meramente decorativo o incluso conocimiento profundo de la articulación del espacio litúrgico que se desarrollaba en España y que se complementaría con su propia intuición y conocimiento científico, además de la rica realidad iberoamericana.

En la nueva Iglesia de San Juan de Avila en Alcalá de Henares se aglutinan (quizá en muchos casos inconscientemente) gran parte de los referentes antes citados huyendo también de esa construcción monótona, pobre, anónima o sin cualidades espaciales que desgraciadamente pueblan y degradan nuestros entornos edilicios. Se trata de un edificio que, a nivel estructural, responde a un esquema simple: Crear un sistema de láminas muy finas pero lo suficientemente rígidas para evitar los tirantes vistos por lo que debe resistir tanto los esfuerzos de flexión como los de compresión (unido además a que su peso haga que permanezca, sin alteraciones importantes, su estado tensional cuando se modifican las condiciones de carga).

Es por esto, que las formas que la Iglesia presenta, nunca pueden considerarse gratuitas o vacías. Por su propia geometría confieren a la estructura capacidad para resistir las solicitaciones a las que se le somete y además deben ser geométrica y técnicamente aplicables a un proceso constructivo concreto, de fácil tecnología y replanteo. El estudioso o el técnico avezado descubrirá además el porqué de las reducciones de las secciones hasta las que presenta San Juan de Avila (la bóveda tiene un espesor total de nueve centímetros), ya que la colocación del ladrillo "a tabla" con las juntas coincidentes, permite la colocación de un fino redondo de acero en cada una de las juntas (en las dos direcciones) de forma que se crea un entramado de acero capaz de absorber las flexiones e incluso favorecer el proceso constructivo evitando las mayores dilataciones durante el fraguado. Además, se acentúa claramente el parámetro también económico, ya que es posible, sin más que idear un sencillo artilugio correspondiente a un raíl de tren más unos gatos, utilizar el mismo encofrado para todas y cada una de las bóvedas de la iglesia, que como ballenas varadas se alinean en la dirección transversal a la del eje mayor. Los muros no son tersos, sino rugosos. Se aprecian las esquinas de los ladrillos en cuanto la curvatura de los muros impide que se adapte la medida de uno o medio pie. Todos los ladrillos utilizados en la Iglesia de San Juan de Avila proceden de Navas de la Asunción en Segovia y fue sometido a diversas pruebas antes del inicio de la obra comprobándose que ofrecía una resistencia a compresión mayor de 200 kg/cm2, su heladicidad y con baja salinidad. La cerámica ofrecía multitud de posibilidades dependiendo del tipo de material que quisiéramos usar, ya que disponían prácticamente de cualquier grosor, tipo, macizado, etc. Se tomó entonces un ladrillo perforado de 7 cm de espesor para toda la fábrica resistente de los muros de la Iglesia, mientras que el ladrillo utilizado en la fábrica de la fachada principal es perforado de 5 cm de espesor y el de las cubiertas, dinteles, recercados, etc. es macizo de 5 cm de espesor igualmente.

La construcción de la Iglesia (realizada en nueve meses de trabajo) se inició con el replanteo a nivel del terreno para ejecutar la zanja de cimentación. Dicha zanja responde también al mismo diseño de superficies suaves y onduladas pero puede realizarse por métodos sencillos y convencionales. En este caso se realizó una excavación de 80 x 100 cm para alojar en la misma una zapata corrida con una cuantía de 25 kg/m2. Sobre dicha zapata se replantearon las tres primeras hiladas ya con el ladrillo definitivo de los muros, mientras que a doce metros de altura (y apoyado en dos andamios paralelos) se construía una plataforma de madera sobre la que se dibujaba el replanteo de las curvas de cubierta, que en este caso eran alternas con respecto a las del suelo (lo que a nivel de suelo era cóncavo a nivel de cubierta era convexo y viceversa). Entre las dos curvas replanteadas sobre el suelo y la plataforma se tiraban los alambres necesarios que, apoyados en estas dos directrices, daban lugar a una auténtica superficie reglada. De esta forma, el albañil únicamente necesita del nivel en una mano y la paleta en la otra para ir colocando las diversas hiladas apoyándose en los hilos que definen las superficies.

Los muros son de treinta cm de espesor en total y están construidos a base de dos medios pies entre los que queda un enfoscado sobre la cara exterior y sobre este una capa de poliuretano proyectado, más una cámara de aire de unos 4 cm. Para asegurar el correcto trabado de las dos hojas se van disponiendo llaves de acero de atado entre los dos muros, colocando una cada metro al tresbolillo. En este caso, no era necesaria armadura horizontal, pero como medida preventiva se situaron cada cuatro hiladas, unos redondos de 5 mm, adaptándose en cada altura a la forma del muro. Además de esto, en el enfoscado se dispuso una fina malla de alambre de 3 mm en cuadricula de 25 x 25. A pesar del enorme desplazamiento en la cabeza de los muros, en ningún momento de la obra fue necesario apuntalar los mismos; se mantenían perfectamente estables aún sin la cubierta que serviría de atado en cabeza de los dos extremos de los mismos. Una particularidad se observa en la "teja" que conforma el presbiterio, ya que en ella la directriz inferior y superior es un circulo de distinto radio; cuya separación entre los muros de medio pie pasa de ser 4 a 70 cm, permitiendo en el interior de los mismos un espacio sorprendente y mágico, que además permite la ubicación de la rampa catalana de acceso a las cubiertas y que además actúa como llave de unión entre las dos hojas del muro.

Estas paredes se terminan en una gran viga de borde horizontal que absorbe los empujes de las bóvedas, aloja en su espesor los tirantes, permite la ejecución de las pendientes para la caída de las aguas y finalmente hace de alero.

Las cubiertas son bóvedas gausas y están formadas por una directriz -normalmente catenaria para que la componente de peso produzca compresión simple- que mantiene una cuerda fija, pero una flecha variable y que se va moviendo trasladándose sobre un plano vertical que se va desplazando paralelamente cada vez perpendicularmente a la luz máxima de la bóveda. Este sistema puede sofisticarse cambiando la directriz a dos ondulaciones obteniendo así ventanas transversales de forma parecida a la de un conoide - así se van a ejecutar en las futuras parroquias de Santa Cruz de Coslada y Nuestra Señora de Belén Alcalá-. La misma se ejecuta mediante un molde de madera que se construye mediante la sucesión de "costillas" que no responden más que a la propia directriz moviéndose sobre el plano y sobre las que se colocan las tablas que conformaran la superficie y que tiene la sección necesaria para el cálculo (no es necesario señalar que cuanto más ondulación se le dé, más canto posee y por tanto más rígida es); sobre la que se dibuja primero y se coloca después, todo el damero de las piezas cerámicas, unidas entre sí mediante mortero y colocando en cada junta transversal y longitudinal un redondo de acero para asegurar su vínculo entre todas ellas para poder considerarla como una unidad (la armadura longitudinal vincula entre si los distintos arcos y evitando que salgan fisuras transversales entre cada uno de ellos, mientras que la armadura transversal sirve para resistir las flexiones). Esta operación debe iniciarse, lógicamente, con el llenado muy leve de la junta con mortero; posterior introducción de la armadura; a continuación llenado de la junta hasta el borde del ladrillo embebiendo completamente la armadura, y finalmente, colocar un enfoscado de cemento en el que se introduce, además, un mallazo metálico. Cada una de estas bóvedas puede desencofrarse a las 24 h. Como es lógico, el encofrado sirve para muchas veces sin más que bajarlo con los gatos y desplazarlo hasta la siguiente bóveda sobre los carriles para subirlo hasta la nueva posición de nuevo con los gatos. Como operación final, se introducen en el enfoscado superior los redondos de tracción que van a "atar" las dos grandes vigas rígidas (que ya hemos indicado que además sirven de aleros) en el sentido transversal. El acabado proyectado es una capa de impermeabilización protegida por un ladrillo de tres cm de espesor que actúa como acabado final de las bóvedas.

La altura de estas bóvedas es de 12 m sobre el suelo y tienen una luz media de 12 m, llegando la máxima a algo más de 15 m, mientras que la flecha oscila entre los 8 cm y 140 cm de máxima. En el espesor mínimo pueden alojarse los tensores que hemos indicado que resisten el empuje de las bóvedas y recogen los esfuerzos para evitar los dislocamientos de la estructura.

El coro se construyó mediante un forjado inclinado de ladrillo con la cara inferior de ladrillo " a tabla" y la superior a base de un encofrado con ladrillo que conformaban unas vigas en especie de "T". Todo el muro de cerramiento de la Iglesia, en el que se encuentra el gran rosetón de vidrio, diseñado por Carlos Muñoz de Pablos, vitralista y presidente del Patronato de la Real Fábrica del Vidrio de la Granja en Segovia, es independiente estructuralmente del resto de los muros de la Iglesia y así se manifiesta expresamente al no tocar en ningún momento a los mismos y articularse contra ellos a través de unos huecos cerrados con largos corridos de alabastro. Las instalaciones del edificio discurren por la cámara existente entre los dos muros a excepción de la calefacción que lo hace a través de conductos enterrados bajo la solera.

Dieste siempre había manifestado sus dudas en cuanto a la imagen de la Iglesia de Malvín en su fachada principal, llegando incluso a dibujar varias soluciones (junto con algunos artistas contemporáneos) que nunca llegaron a convencerle. Cuando se planteó la posibilidad de llevar a cabo este proyecto partiendo de sus croquis de Malvín para San Juan de Avila en Alcalá de Henares, buscamos la colaboración de Carlos Muñoz de Pablos y de hecho, realizamos varias visitas al su taller, en compañía del propio Dieste, con el fin de dar una solución a la fachada. El resultado de aquellos encuentros fue muy satisfactorio, ya que, además de poder incorporar a artistas plásticos contemporáneos a las nuevas Iglesias, se estableció un diálogo que sin duda ha redundado en beneficio del proyecto. El rosetón, de seis metros de diámetro, ha sido diseñado como una lente, convexa hacia el exterior y cóncava hacia en interior, de forma que pudiera absorber los empujes y succiones del viento; al dar lugar a dos vidrieras distintas (una interior y otra exterior), produce un potente efecto de caleidoscopio según el observador se desplaza por el interior de la iglesia. Su geometría parte de uno de los despieces de la Catedral de Chartres, situando en sus extremos la ruptura de forma y color en forma de estela. Además de todo lo anterior, la vidriera interior está abierta, sin vidrios, en los extremos del circulo, dejando "exento" el centro del mismo y creando un efecto de superposición y liviandad de la hoja interior. Los vidrios biselados potencian el efecto de diafragma de la luz, potenciando las fragmentaciones a favor del efecto caleidoscopio.

El presbiterio, se resuelve mediante el "doblado" de la curvatura de las cubiertas, dando lugar a una cruz tridimensional de más de un metro de espesor con ladrillos a tabla armados ligeramente y, que conforman una estructura poligonal en dos dimensiones cubierta por otra vidriera de Carlos Muñoz de Pablos. Se remata con la colocación de un lucernario a base de 126 macetas ubicadas en la losa de hormigón. Junto al presbiterio, la sacristía se ha construido a base de una bóveda de arco de circulo, ejecutada con criterios muy parecidos a los expuestos, y con un lucernario cenital en forma de óculo a través del cual se ve el cielo; su transposición en el despiece de ladrillo del suelo y la pieza central de piedra.

El ladrillo ha ofrecido desde hace milenios una lógica constructiva y una brillante capacidad de industrialización en su fabricación y montaje (pueden llegarse hasta los 500 kg/m2, livianos, deformables, aislantes, económicos, con mano de obra poco especializada, etc...). En España desde los romanos, los árabes, su llegada a Hispanoamérica, son fase de su permanente utilización en la historia de la construcción y del arte. Sin duda Dieste, ha profundizado quizá más racionalmente que la mayoría de los constructores o estudiosos de estas técnicas en las posibilidades del material. Pero, con ser esto importante, lo es aún más el sentido de la luz, de la forma, del proceso constructivo y de la economía. Su búsqueda estructural se acompaña siempre de nuevas experiencias plásticas y espaciales.


Juan de Dios de la Hoz Martínez
Carlos Clemente San Román
ARQUITECTOS




LA LIGEREZA EN LA OBRA DE DON ELADIO
by Juan Martín Piaggio

La luz en la cual nacen las arquitecturas de Eladio Dieste tiene una intensidad comparable a la luz que baña las orillas meridionales del Mediterráneo: la latitud de Montevideo es 38° de latitud sur. La técnica de la cerámica armada que él ha perfeccionado lo ha llevado, durante cincuenta años de experimentos (y más de un millón de metros cuadrados cubiertos) a llevar la luz del día hasta el corazón de sus edificios de varios modos originales, “inventando” la luz teñida por el ladrillo.

Dieste ha podido obtener este resultado, del punto de vista tecnológico, porque ha siempre trabajado con finas cáscaras de ladrillo, que resisten por forma y no por masa. Si hubiese debido absorber mediante la masa el empuje de las bóvedas, no hubiera podido alejarse, para iluminar los interiores, de las soluciones que ya los romanos habían perfeccionado, las más célebres de las cuales son el ojo del Panteón, en Roma (construido empero con cemento alivianado con piedra pómez), o la cúpula de Santa Sofía, en Constantinopla que, construida con “botellas” cerámicas, lleva al límite de ligereza la tecnología de la cerámica no armada; o bien, para citar una solución repetida infinitas veces, las ventanas termales, constituidas de un gran arco sostenido en sus riñones con dos pilares, retomadas durante el renacimiento como estilema de la clasicidad (Palladio en la villa Malcontenta), y que yo encuentro muy poco agraciadas.

Dieste, confiando en un fino instinto estructural, y sin utilizar las computadoras que hoy seguramente se ocuparían de elaborar los cálculos, ha realizado bóvedas livianísimas de cerámica armada de 50 m de luz y 12 cm de espesor (8 de los cuales vacíos) - creo que hasta un profano nota la total anomalía de estos datos. Ondulando la sección, Dieste ha creado con absoluta naturalidad una cubierta a “shed”, en la cual el extradós de una bóveda refleja la luz hacia el intradós de la sucesiva, obteniendo resultados que jamás he visto aún en los hermosos prefabricados de hormigón precomprimido con que se construyen los galpones en Europa.

Se llega así al corazón del problema: la ligereza.

La búsqueda de la ligereza es una de las características basilares de toda la ideología de la modernidad, tanto que se vuelve en un fundamento ético de la disciplina: basta pensar el toda la obra de Paul Klee, donde un rápido trazo contiene ya toda la densidad del universo: para él (cito un alumno suyo del Bauhaus) la obra debe siempre ser un poco mágica, debe encantar; o se piense en Brancusi, el cual an siendo escultor, y por ende ocupándose de materia inerte y pesada, dice: “lo difícil no es hacer las cosas, sino ponerse en condición de hacer las cosas”; o en Matisse, que decía que no pintaba las cosas, sino el espacio entre las cosas; o aún en Vladimir Tatlin y su “Letatlin”, fantástica máquina voladora con propulsión humana, o en su diáfano monumento a la Tercera Internacional, en cuyo corazón las aulas de los representantes del pueblo ruedan suspendidas en el vacío. El dato que acomuna a todos estos maestros de la ligereza es, yo creo, una atención hacia el proceso, hacia el concepto, hacia el pensamiento, como vehículo para el obrar.

O se piense en las maravillosas estructuras de Eiffel.

En el caso de los ingenieros, es más, el fundamento ético se apoya sobre bases numéricas muy concretas: Dieste ha construido la mayor parte de sus edificios ganando las licitaciones con su empresa, y sus soluciones eran por consiguiente las más económicas.

Pero la metafísica de la ligereza está siempre presente en Dieste. Cito de algunos textos suyos: “para que algo llegue verdaderamente a tocar el corazón de la gente simple, debe poseer una ligereza, una facilidad misteriosa, una suma simplicidad, algo así como una danza sin esfuerzo y sin cansancio”. Como decía San Agustín: “lo hermoso es el esplendor de lo verdadero” - este también es un leit-motiv de la modernidad.
La ligereza, empero, siempre se obtiene a costo de un gran esfuerzo intelectual, y esta es acaso la lección más actual, y más universal, de Dieste, que lo acomuna a los maestros citados antes.

quisiera cerrar aquí estas reflexiones, citando al “superliviano” Italo Calvino, en la primera de sus “Lecciones Americanas”: “La ligereza, para mí, se asocia con la precisión y la determinación, y no con lo vago y el abandono al azar. Paul Valéry ha dicho: ‘Hay que ser liviano como el pájaro, y no como la pluma’”.

Juan Martín Piaggio

 





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