CAFÉ GOURMET: CARME PEIRÓ Este artículo tiene 1109 palabras. Palabras clave: España. Ciberespacio. |
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Observando el ciberespacio español por Carme Peiró
A principios de este año escribía el
"El Fenómeno Internet enEspaña"
que recogía la evolución de la red en nuestro país,
desde que era un embrión hasta que empezó a despuntar
como herramienta esencial de trabajo para una minoría y
como paraiso de entretenimiento para el resto.
El documento ya anunciaba iniciativas interesantes
que se habían puesto enmarcha como la aparición
de las primeras entidades financieras - Banesto y Argentaria -
o la posibilidad de poder leer las últimas ediciones de
los diarios en versión on line (Avui, El Periódico
de Cataluña o La Vanguardia). Telefónica había
presentado con gran rebomborio su cuestionada Infovía y
los cibercafés se concebían como un lugar virtual
y real a los cuales acudir para conectarse y tomar una copa. Era
todo nuevo, apenas existía nada bajo el dominio .es. El
desconocimiento general de los españoles hace escasamente
un año (marzo de 1995) sobre Internet se hacía patente
en una encuesta realizada por la Comisión Europea, que
revelaba que el 55% no había oido hablar de las nuevas
tecnologías que unificarían las comunicaciones por
teléfono, televisión y ordenador. A la pregunta
de si creían que la red tendría efectos positivos
sobre el mundo del trabajo, afortunadamente el 63% se mostró
optimista.
Dejé de tomar notas para aquel informe el
8 de febrero de este año, día de alegría
pero también de luto. El sentido jubiloso de la comunidad
internauta era debido a la inauguración de la Exposición
Universal Internet 1996, jornada en que miles de usuarios de todo
el mundo se lanzaron a transmitir mensajes electrónicos
y páginas webs creadas especialmente para la ocasión.
El sentimiento común era "dejemos constancia de nuestra
presencia, mientras más seamos mejor". La parte oscura
del día la protagonizó el gobierno de los Estados
Unidos: Bill Clinton firmaba una leyque censuraba todo aquel documento
albergado en la red que fuera considerado por un juez como material
indecente susceptibles de ser multado hasta con 250 mil dólares.
La reacción al acto censurador fueron un sinfín
de páginas teñidas de negro y lazos azules proclamando
la anulación de dicho decreto.
La visión del incipiente mundo virtual me
convirtió, desde entonces, en una especie de observadora
silenciosa que descubría atónita ingeniosas iniciativas
realizadas en nuestras fronteras cuando el hegemónico inglés
nos invadía por doquier y no había manera de encontrar
un documento hispano. Me dediqué a la sana vocación
de ser una espectadora interactiva que tenía la oportunidad
de participar en la obra común, opinar, aportar ideas e
incluso, si me sentía inspirada, escribir parte de los
diálogos o desenlaces de la historia. La capacidad de moverme
a través de un invisible entramado de ordenadores en donde
miles de bits se transformaban en valiosos documentos, sonidos
familiares o sorprendentes imágenes me tenía hipnotizada.
Quien todavía no ha ejercido de observador
del ciberespacio quizás no se haya percatado de que España
está avanzando a un ritmo trepidante dentro delo que ya
se ha dado a conocer como el cuarto medio de comunicación.
Sirva a modo de ejemplo decir que en los escasos siete meses que
han pasado (desde el informe al que me refería con anterioridad),
se han celebrado certámenes tan insólitos hasta
ahora como el I Congreso de Usuarios de Internet donde uno de
los temas que más preocupaban era las medidas que había
que emprender para protegerse de los tan temidos "crackers"
que se cuelan en los ordenadores personales; se ha consolidado
toda la prensa nacional y regional huyendo de los viejos esquemas
de las versiones en papel e intentando sacarle el máximo
jugo a la interactividad y, han surgido- como por arte de magia-
los comercios virtuales aprovechando todas las técnicas
de seducción para atraer a un nuevo público potencial
que puede acudir a dejar el número de su VISA a cualquier
hora del día o de la noche.
El ceñudo y respetuoso Camilo José
Cela ha sido el primer Nobel de Literatura en dejar su rostro
en la red; se escuchan grupos musicales españoles y programas
de radio en directo. También es posible leer decenas de
revistas que nunca podremos comprar en el quiosco de la esquina
de casa, ideadas en los hogares españoles como WAM, que
además ha sido distinguida por su diseño entre las
millones de páginas webs que corren por Internet. Y...más
de uno esbozará una sonrisa de complicidad al recordar
cuando la prestigiosa agencia de noticias Nielsen publicó
los resultados de una encuesta donde se delataban los gustos de
los internautas - no sólo de nuestro país sino de
todo el mundo-. La revista Penthouse había sido la más
consultada durante todo un mes; sus eróticas y sensuales
páginas no habían pasado desapercibidas al personal
cibernauta, provocando el consiguiente debate moralista sobre
si habría o no que empezar a censurar la información
que campa libremente por la red.
Creo yo que la fascinación por cuanto vemos
y oimos se debe a la posibilidad de sentirnos creadores de un
espacio propio que vemos crecer igual que un ser humano y que
sabemos que tiene el sello personal e identificativo de cada uno
de nosotros. Desde esta posición, me descubro buscando
con afán en la prensa tradicional noticias publicadas donde
aparezca la palabra Internet y espero que el periodista que entrevista
a tal personaje se le ocurra preguntarle por las repercusiones
de su posición en el caso de que se introdujera en la red
o que opina de que la gente se desviva por comunicarse a través
de ordenadores.
Entrados ya en el último trimestre del año,
estamos tan rutinizados a caminar por este deslumbrante espacio
que ya no nos admiramos al consultar las predicciones meteorológicas,
leer la prensa por ordenador, recoger nuestro correo electrónico
y utilizar la telefonía de Internet para sentir la voz
de nuestro colega que vive en la otra parte del mundo. ¡Ya
todo parece tan normal!. Hablamos de los mismos temas que discutimos
en el mundo real pero ésta vez refiriendonos a Internet:
libertad de expresión, censura, pornografía, delincuencia
virtual, terrorismo, excentridades del género humano, lo
divino y lo oculto, futuro y pasado, seguridad en la red..etc.
Discutimos de si es lícito o no que cierta información
llegue al alcance de los más jóvenes e imitamos
en este mundo virtual las acciones que diariamente se suceden
en el real. Y lo extraño entonces es.... asomarse al balcón
y observar cómo fuera de la pantalla del ordenador todavía
hay gente que lee la prensa en un parque, que entra en una cabina
para llamar por teléfono o que va a Correos a echar una
carta sin tener ni idea de lo que está ocurriendo en Internet.
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