CAFÉ GOURMET: sobre ENRIC MIRALLES |
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El taxi se detiene en la Plaça San Jaume de Barcelona, donde el Ayuntamiento y la Generalitat se miran. Continúo andando los cincuenta números que me separan del estudio de Enric Miralles por una calle estrecha, una calle que tiene vida. Una gran puerta de madera con dos pequeños timbres. Salvo el número, nada indica que detrás de esa puerta se cuecen proyectos de arquitectura. En el estudio se escucha a Beethoven a través de los altavoces. Miralles acompaña a un equipo de televisión que después de entrevistarle quiere unas tomas generales del estudio del arquitecto. Una treintena de colaboradores se reparten por una amplia sala entre maquetas, planos y ordenadores. Tres o cuatro idiomas son suficientes para entenderse en esa pequeña Torre de Babel que se ha construido en el casco antiguo de Barcelona. Despide al equipo de Televisión y me saluda. Me presenta a su esposa, la también arquitecto, Benedetta Tagliabue. Es la hora de almorzar y deciden que vayamos los tres a su casa. Nuestra salida se ve interrumpida varias veces por sus colaboradores, aprovecho una de las interrupciones para leer un pequeño anuncio, sujeto a una puerta de armario por una chincheta, dice algo así: "hemos ganado el León de oro en la Bienal de Venecia". Por las mesas, antes, he visto varios fax de felicitación escritos en distintos idiomas. Salimos del estudio y nos dirigimos a su casa. Miralles anda deprisa. Otro edificio del casco antiguo de Barcelona nos recibe. El arquitecto está orgulloso de su descubrimiento, una casa enorme que mira hacia un patio central, donde se conjugan los elementos de la historia con un mobiliario más próximo al universo personal de Enric Miralles. Los libros aparecen delante de los ojos pulcramente colocados. En la mesa nos encontramos una comida como la de cualquier familia, regada con un vino italiano que algo tiene que ver con Benedetta. Una preciosa niña, que primero se entretiene con un cuento y luego nos acompaña en la comida, hace que la conversación derive a temas que no tienen que ver con la arquitectura. Nos alejamos del ambiente familiar, y en un espléndido salón, Miralles se enciende un habano a la espera del café. |