Félix Arranz
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A R Q U I T E C T O


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Claves: Encontros internacionais de arquitectura, Santiago, Galicia, escalas.
Contexto: Resumen, en primera persona, para la revista Obradoiro, sobre lo acontecido en los encuentros internacionales de arquitectura de Santiago de Compostela, 2003.
Publicado: revista OBRADOIRO y libro 'ESCALAS: III Encontros Internacionais de arquitectura', 2004

 

 

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Desde los tres últimos días de Octubre de 2003, en que tuvieron lugar los III encontros internacionais de Arquitectura en Santiago de Compostela, hasta hoy -28 de febrero de 2004- en que escribo estas líneas en Barcelona, ha pasado un tiempo suficiente como para poder pensar que serán esos caprichosos resortes de la memoria quienes conduzcan un relato en el que lo que queda ya no es el índice ordenado de acontecimientos, ni tan siquiera lo más espectacular de lo oido o visto, sino aquello que se instaló en un rincón del corazón, donde -al parecer- habita el aprecio, o en el último rincón del cerebro, donde -al parecer- transitan los recuerdos.

Secretos de cocina.
Así instalado, en los rincones del aprecio y del recuerdo, les cuento dela viva inteligencia de los arquitectos Luciano G. Alfaya, Patricia Muñiz, Ana D. Laiño y Alberte Pérez: andar4, jovencísimos organizadores de las tres ediciones de los encontros. Es muy resañable su habilidad, de arquitectos, para resolver en una construcción real lo que pudiera confundirse con un rentable congreso al uso, construcción pensada como se piensa la arquitectura: relaciones entre personas y personas, personas y objetos, objetos y objetos. Relaciones alimentadas por los abstractos del conocimiento y de los deseos. Relaciones que encuentran su espacio habitable mediante la protección de los procedimientos constructivos. Relaciones, en suma, que tienen lugar en lo que termina por ser una situación edificada que sirve a la vida... y al arte!.
Y, en este desvelar de los asuntos de cocina, asistidos desde una respetuosa, sabia y suficiente distancia, por el arquitecto Felipe Peña, que desde el COAG y -especialmente- desde la perspectiva que dan la edad y la experiencia, administró un dignísimo y dignificante dejar hacer a estos jóvenes constructores.

Les cuento de un privilegio que se me concedió como fue la posibilidad de vivir los encontros como asistente y, también, como ponente, es decir: como público y como actor. De hecho, fue Jesús Irisarri quien me propuso la asistencia con el fin de, a su final, producir un documento resumen para la revista Obradoiro. Ójala sirva esto. Y fue Luciano y su equipo de compañeros quienes, oportunamente, horas antes del inicio de las sesiones, encajaron mi participación como ponente justificada por la coincidencia del tema de los encuentros: ESCALAS y el cabecero SCALAE de la publicación que edito, por su personal interés en un proyecto como el de la Estación Intermodal de Zaragoza-Delicias, dispositivo donde las concepciones relativas a las escalas fueron muy determinantes, construcción enorme donde las haya, y... porque siempre es posible que alguno de los ponentes previstos se caiga por motivos de salud o por motivos estratégico-profesionales, como finalmente ocurrió, para mi fortuna.

Las escalas de la audiencia.
Mencionaba el tema genérico de los encontros: ESCALAS, la hábil construcción de sus organizadores y mi doble condición como asistente y ponente. Veamos sus beneficios. Como asistente, uno entre las mil doscientas personas que durante tres días coincidimos como audiencia presencial en el auditorio del Palacio de Congresos de Santiago de Compostela, supe de la compañía virtual de otros asistentes: los más de doscientos que, día a día, hora a hora, desde la Escuela de Arquitectura de A Coruña siguieron las intervenciones en una gran pantalla mediante una retransmisión de vídeo punto a punto y de los visitantes casuales que desde sus casas y desde cualquier lugar del mundo siguieron, esta vez a través de la red internet, las conferencias y las mesas redondas. Resultaba un edificio, el de los encontros, con tres situaciones diferentes de habitabilidad, cada una de ellas alojada en un espacio específico, espacios de escalas muy diferentes, y todas ellas coincidentes en el tiempo.
¡Todo un repertorio de escalas, 1:1.200, 1:200 y 1:1 simultáneamente, de una misma construcción!.

Las escalas de los ponentes.
La arquitectura se aprende. Es una frase, verdadera, con toda probabilidad, ya que -cuando menos- no ha podido hasta ahora demostrarse de la existencia de alguien que nació sabiendo arquitectura. Podemos mirarlo en sentido contrario: ¿porqué hay quien no aprende arquitectura?, o desde la perspectiva de un arquitecto: ¿porqué el aprecio hacia mi arquitectura no es generalizado?. Puede que tenga que ver con las escalas: con la relación que una persona -versada o no con la arquitectura- sea capaz de establecer con una arquitectura. Las tradiciones propias, el idioma materno, las características del paisaje y naturalezas del lugar donde se nació, el sentido de la curiosidad y el riesgo, la concepción personal y colectiva de propiedad, las complicidades personales, el apego o desapego hacia las cosas, y tantas cosas humanas son variables que afectan profundamente a la capacidad de aprender arquitectura, de valorarla... o todo lo contrario: de despreciarla. La arquitectura es humana y responde linealmente las inquietudes y necesidades de colectivos humanos. La arquitectura es diversa, entonces, como lo son los colectivos humanos. Se aprende y aprecia una arquitectura: la de mi mundo.
Superar esa condición, contribuir en el conocimiento de los otros y de lo otro, aceptar que es absurdo pretender ser iguales, (hemos de tener los mismos derechos) y que, son precisamente nuestras diferencias lo que nos enriquece como especie que produce conocimiento, arquitectura, parece ser -entonces- un buen motivo para la existencia, necesidad, de los encontros.
Sus organizadores lo saben bien. En una espiral que ha ido ampliando la escala, ensanchando con cada nueva convocatoria el espectro de las diferencias, los encontros se iniciarion en su primera edición con un reconocerse entre arquitectos gallegos y de Portugal, siguieron en la segunda edición con una revisión de arquitecturas ibéricas contrapuestas a las iberoamericanas para, en esta tercera edición, abandonar los encuentros de a dos, e intentar dar sentido a una palabra que se alimenta de diversidad indiscriminada: internacional.
O, si se prefiere, interescalas, que así me pareció, ya que pude presenciar -y comentar con otros asistentes y actores- el hecho llamativo de que los ponentes respondían de modo inverso a las escalas de la audiencia. Es decir: pareció que algunos ponentes hablaban a 1.200 personas y que otros hablaban sólamente a una. ¡Hermosas circunstancias ambas, cuando de manera tan clara y consciente se administraba por los actores!

Oido, visto, comentado, recordado, las corrientes subterráneas.
Cómo no: en estos encontros, un momento de espectáculo total tuvo lugar la primera jornada cuando la combinación de 1.200 personas frente a los integrantes de una mesa redonda que, a su vez, esperaban la intervención de Peter Eisenman desde Nueva York a través de un sistema de videoconferencia desembocó en -algo así comentó el arquitecto norteamericano- una corrida de un toro contra varios toreros.
Y, como ya se ha podido comprobar en ocasiones similares, si bien el grado de espectáculo que merece la arquitectura es un buen asunto para conversar, incluso discutir, el espectáculo de arquitectos discrepando resulta bochornoso cuando la base de la discusión se asienta sobre cuestiones como las nacionalidades, las características personales o las preferencias deportivas. Muy poco interesante es ese espectáculo, y así lo manifestó la audiencia. En cambio hubieron muchos momentos sutiles en los que el silencio evidenciaba la emoción de los que escuchaban. Son ejemplos y arriesgo en ello: cómo envejecer un edificio de hormigón a base de pringarlo con toneladas de yogourt, cómo abordar el proyecto de la ampliación de un estadio que los propios arquitectos consideran inampliable y el papel que en ello puede tener la sección de la cubierta, cómo pueden ser las propias manos del arquitecto las que realizan el proyecto que antes dibujaron, cómo injertar una arquitectura nueva en los restos de una ruina o cómo encontrar el primer encargo en la asociación de padres y madres de la guardería infantil de tus hijos: ¡arreglar la guardería!.
Hablando de niños: en casa tenemos un globo desde hace unos días. Lo trajo la pequeña. Ese globo da vueltas por el piso, empujado por las corrientes cruzadas de aire de las ventanas abiertas. Pues el caso es que el globo da vueltas, da vueltas y... siempre termina por aparecer en el mismo rincón. Parece que supiera de su lugar.
Quiero recordar que algo similar a ese globo daba vueltas por el auditorio los días de los encontros, y que su lugar eran esos momentos de silencio que mencionaba antes, casi siempre relacionados con dos aspectos: bien el de ‘recetas’ muy muy concretas sobre el modo en que se había detectado y resuelto un problema constructivo o bien con observaciones sobre la relación que se había establecido entre quien piensa la arquitectura y quienes están destinados a habitarla.
Diré más, y es que se me ha solicitado así: aprendí(mos?) de la experiencia de Fernández Albalat y Portela, de la sinceridad de Irisarri y Dickers (Snohetta), de la emoción de Mateus y Klotz, de la eficacia de Ortiz y Moneo, de la elocuencia de Fernández Galiano y Segre. Aprendimos.

Todos queremos más.
Hablar de escalas, cuando son arquitectos los que hablan de arquitectura, supone abrir un abanico cierto de acepciones que, por generoso, pudiera parecer confuso, hasta contradictorio. Pudiera resultar del todo inútil, ornamental.
Si salimos de la arquitectura, de las cosas de los arquitectos, y nos referimos al arte o a la vida puede que la dispersión nos haga sospechar que, quizás, de lo que queremos hablar, cuando mencionamos las escalas, es de relaciones: entre cosas, entre personas, y entre cosas y personas. Así empezaba este comentario, no-crónica, cuando iniciaba la ruta de los recuerdos y los aprecios, y -he de concluir- así me lo ha parecido en estos III encontros internacionais de Arquitectura, donde ocasionalmente los tímpanos de los asistentes vibraban placenteramente escuchando los enunciados de su propio deseo: las palabras de los ponentes en esas ocasiones en que alcanzaron una enorme precisión. Y ocurría algo así, me lo pareció, cuando, por diferentes caminos, esas palabras terminaban por enunciar, describir, reclamar, ¡desear! las relaciones entre las personas como una base esencial de la arquitectura de cualquier tiempo. Lo demás puede que sea oficio: aceptar, saber y ejercer una responsabilidad. Otras escalas.


Queremos más encontros, queridos amigos de Galicia.

Félix Arranz
Arquitecto