Félix Arranz
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A R Q U I T E C T O
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MI MUNDO Hace poco más de 15 años que abandoné, a regañadientes, la condición de estudiante universitario y desde entonces me esfuerzo en comprender del mejor modo posible la realidad, mi tiempo y los lugares que habito, y el modo de contribuir a su explicación, actualización y construcción. Eso ha tenido como consecuencia una implicación, en cuanto a arquitectura se refiere, que traspasa lo estrictamente profesional -el oficio- para sistemáticamente involucrarme en acciones, digamos, periféricas como lo pueden ser el hecho de editar publicaciones, organizar situaciones colectivas como Bienales y seminarios, participar en la organización profesional o poder pensar los objetivos y el sistema de trabajo del profesorado de una escuela de arquitectura española, en definitiva: editar, enseñar, construir para comprender, relacionar, aprender, participar. Pienso que arrastro en todo ello algunas cuestiones que son comunes, seguramente adoptadas, y que atraviesan transversalmente rutas tan aparentemente diferentes: el aprecio por la relación directa con las personas y con las cosas, y la consecuente vindicación de la escala real como única ajena a intermediaciones y metáforas; el aprecio por un lenguaje de sujeto, verbo y predicado, y la consecuente vindicación de que las cosas sean como son, sin más en desfavor de la apariencia, la ironía formal, el estilo y las figuraciones ornamentales; la ambición de fundir conceptos abstractos, procedimientos constructivos y situaciones edificadas, mediante el proyecto, en una sola cosa (es lo que aprendí de la Escuela de Barcelona), aunque en una actualización de proceder en la que proyecto y obra sean un mismo proceso: sin escala, sin proyecto, sólo obra; y, en suma, la intención de que cualquier acción en la que se solicita, o aporto, mi contribución se resuelva como aprendo que se resuelve la arquitectura. Por otra parte, reconozco el favor de un factor que da la vida, ajeno a cualquier escala y sin embargo en la base de cualquier relación: la suerte. En estos encontros pude explicar de qué modo los retales que dejan acciones dispersas, cosas que has visto y oido, la amistad con algunas personas que la honran, las ideas abandonadas y depositadas en la papelera, algo que no salió bien, se empeñan en ocasiones en cruzarse para regalar un proyecto casi resuelto de inicio, una obra que estaba esperando. Hacerlo de manera consciente es la escala 1:1 del arquitecto, es lo que nos pide la gente, pienso, además de respuestas habitables a sus deseos. Saberlo explicar inicia la construcción de la arquitectura. Lo intenté explicar para el caso de la estación. La suerte ha sido, en este caso, la posibilidad misma de poderlo explicar, que agradezco. Félix Arranz |