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Claves: Buenos Aires, Obelisco del cuarto centenario, antiguo Ministerio de Obras Públicas, FADU, Plaza de San Martín.
Contexto: Impresiones, desde la superficie de la sensibilidad a pecho descubierto, de un primer viaje a Buenos Aires.
Publicado: revista PASAJES de la cultura comremporánea, 2003.
PALABRAS HIPOTENUSARES
Preguntas por Buenos Aires
por Félix Arranz, Arquitecto
Febrero de 2003
¿Dónde estarán? pregunta la elegía
de quienes ya no son, como si hubiera
una región en que el Ayer pudiera
ser el Hoy, el Aún y el Todavía.
[el tango, Jorge Luis Borges]
1. Real/Virtual
En el avión, transcurrida ya la mitad del viaje, 6 horas, completamente desvelado por el baile de consejos y aperitivos de la tripulación de IBERIA, películas, revistas y periódicos, mantitas y peucos, me asalta la duda: ¿realmente existe Argentina?. Durante un buen rato no dejo de pensar que pudiera ser que el pais sea una ficción colectiva, inventada por los medios de comunicación y por las agencias de viajes, y que -en realidad- lo que hace el avión es dar vueltas alrededor de la península ibérica durante 12 horas para después aterrizar en un aeropuerto secreto extremeño, en una inmensa escenografía argentina.
Primeras dudas al llegar: los actores ‘argentinos’ hablan y gesticulan de una manera peculiar, convincente. No tiene importancia, me presto a seguir el juego. La terminal del aeropuerto resulta vagamente familiar, está medio en obras, y la parte acabada, nueva, no parece especialmente singular, no parece el producto de una cultura diferente. Al fin y al cabo se trata de un aeropuerto y se puede admitir que este tipo de edificios tienen su propia lógica. Parece un aeropuerto.
Una visita a los lavabos permite añadir la comprobación de un hecho que oí en el bachiller, en clase de física: según estés en el hemisferio norte o sur el agua gira en sentidos alternativos al evacuarse en el desagüe. Aunque, bien mirado, ¿en qué sentido gira el agua en Barcelona? No consigo recordarlo, la prueba no ha funcionado.
Y bien, resulta suficiente abandonar la terminal y dirigirse hacia la ciudad para salir de la confusión: esto NO puede ser España. Es verano, pleno verano con 44 grados, y lo que dejé en Barajas era un duro invierno. Demasiado para una escenografía.
Argentina existe, ¡y de qué manera!.
Sin embargo, cuando comento esta anécdota con amigos de Buenos Aires, ellos la toman en serio, y añaden datos: la magia constituye parte de la historia intrínseca de Argentina. De no ser así, argumentan, ¿cómo es posible que exista, cómo puede sobrevivir nuestra sociedad? Es decir: no sólo es una ficción, además resulta ser producto de la magia, dicen.
2. Sociedad vertical/sociedad horizontal
Mágica es, me dicen con ironía, la indisoluble unidad de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial que tiene como consecuencia una extremada verticalización del sistema organizativo de la sociedad. Mágica parece, también, la desarrollada capacidad de supervivencia de millones de personas en lo que llaman la ‘sopa’ urbana del gran Buenos Aires: un contínuo extenso de construcciones depauperadas, pero inversamente dignas, donde las reglas de la relación son anteriores a las de la sociedad industrial.
Mágica es la existencia simultánea del sector urbano que corre a ambos lados de la Avenida del Libertador, magnífica y pautada exposición del potencial de las iniciativas individualizadas hechas urbanismo, paisaje y edificación.
En definitiva, resulta mágica -sin ironía- la precisión con que la forma de la ciudad de Buenos Aires describe a la sociedad que alberga: individualista, vertical, positiva, en un sector que en realidad es una parte ínfima de la ciudad y simultáneamente anónima, horizontal, escéptica en el 95 por ciento de su territorio, la ‘sopa’.
Afuera la Pampa, un llano de pastos y novillos, y a 1.500 kilómetros la primera montaña.
Delante el delta del rio de la Plata, inabordable a la vista y tan horizontal como para evidenciar la curvatura del horizonte, del planeta.
Y sin embargo, me dicen, persiste el eco, las últimas olas, de la labor del estadista del XIX, Domingo Faustino Sarmiento, en la medida en que fueron las tipas (especie autóctona de arbolado, de desarrollo enorme) del extenso Bosque de Palermo y el impulso de la educación como instrumento de cohesión colectiva quienes verdaderamente han soportado y perfilado el carácter de la ciudad y de su población.
3. Al otro lado del espejo
Presto atención a los comentarios de mis anfitriones arquitectos en Buenos Aires, agudizo el oido y distingo el susurro débil de tres deseos, como los que podría formular en una función de teatro porteño un adormecido, después de trasnochar, Ricardo Darín frente al espejo, con el rostro enjabonado y los ojos enrojecidos del sueño y de la sorpresa de no reconocerse al otro lado.
(Y no quisiera con el anuncio de estos ‘deseos’ trivializar sobre cuestiones profundamente graves, sino tan solo aludir a la también profunda necesidad de signos, señales tras una larga y sincopada, agónica, vigilia)
Primer deseo: que las tipas alcancen y casi oculten el Obelisco del cuarto centenario, o lo que sería lo mismo: que la sociedad encuentre el modo de equilibrar las personalidades y las acciones individuales, lo artificial, con el desarrollo de estructuras naturales, horizontales en un entramado tridimensional férreo, resitente a la sismografía nacional y del planeta.
Segundo deseo: que desaparezca de la avenida del 9 de Julio el edificio del antiguo Ministerio de Obras Públicas, o -cuando menos- que mágicamente se retire a la, desde 1935, alineación de la avenida dejando el paso franco, o lo que sería lo mismo: que quienes alcanzan el dominio virtuoso del liderazgo por la fuerza, el patrimonio, la dinastía o la historia, ofrezcan el paso a quienes se constituyen desde la obtención del consenso y la autoridad moral, social o -también, para los arquitectos- del oficio, la habilidad y el conocimiento.
Tercer deseo: que la dignidad de los desaparecidos del 76 encuentre una expresión, acorde a su grandeza y leal al desprecio por la miseria humana, mejor que la pancarta envejecida que campea en el interior de la FADU, Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires. Y de paso, como decía Serrat sobre el techo de su habitación, a la facultad ‘no le iría mal una mano de pintura’, o lo que es lo mismo: exactamente lo dicho, pintura, blanca.
Tres deseos de signos que calladamente y día a día se manifiestan en la serena Plaza de San Martín, donde rodeando el grupo escultórico del libertador, a la liberación, las tipas crecen generosas ocupando completamente el campo visual, dejando que tras -sobre- ellas emerjan los destellos verticales de construcciones alejadas, singulares, aisladas, magníficas en su individualidad, y estando todo el conjunto iluminado por el reflejo solar del elegante, blanco, suma de horizontales, edificio de oficinas de Mario Roberto Álvarez que desde un ángulo autoriza, que no preside, la Plaza. A Sarmiento le hubiese emocionado.
También yo me he enamorado de Buenos Aires, un Buenos Aires -como el tango- experto en fundir pasado y futuro, en pasar de puntillas por el presente, y simultáneamente diestro en ofrecer al visitante la construcción de sus propias metáforas, de sus deseos. Mágico, si.
Félix Arranz
Arquitecto
Fotografías (por Alberto Gorbatt):
1. Obelisco del cuarto centenario
2. Edificio del antiguo Ministerio de Obras Públicas, en la avda. 9 de Julio
3. Pancarta interior de la FADU
4. Plaza de San Martín: monumento, tipas, y edificio American Express (Alvarez) |